García Martínez – 11 septiembre 2005
Aquí el que no corre vuela. En lo tocante a festejar al político por parte del pueblo fiel, hemos llegado a un punto en que lo de Franco se queda en mantillas. Cuando mandaba el ya dicho, no había día en que, desde las instancias locales y nacionales, no se les diera loor y pasadas de incensario a personajes y personajillos de la época. Desde el presidente nacional de un sindicato que se mantenía vertical, hasta un jefe provincial del Movimiento y de los Grandes Expresos Europeos.
Hubo inflación de escapularios y medallas, que se colgaban en los bien sacados pechos, en agradecimiento por tantos sacrificios, pobrecicos míos. Medallas y escapularios a diestro…
-¿Ni irá a decir a siniestro?
¿Ah, claro! Es verdad. Se otorgaban sólo a diestro. Y cuanti más diestro el galardonado, mejor que mejor.
Uno pensaba, en su ingenuidad, que, en llegando la democracia, se acabaría con tanto perifollo. Pero he aquí que no. A los políticos de ahora mismo, el pueblo -cierto pueblo- les rinde mucha más pleitesía de la solicitada. A eso hemos llegado.
Por la mañana, los paganos nos lamentamos de que ciertas cosas no marchan bien, por la inepcia de quienes nos gobiernan -ahora sí que diremos de la diestra y de la siniestra. Por la noche, nos reunimos en torno suyo y les colgamos una medalla, o les escuchamos un pregón, o les dedicamos una cena. A la amanecida, palillo y flor de malva. Y en cuanto que se va el sol, palustre y más palustre, como albañiles en celo.
Los pobres somos así. El poder nos encandila y justificamos a quienes lo ejercen, aunque lo ejerzan mal, subiéndolos al pedestal de nuestra adulación, muchas veces interesada. Las subvenciones y los favores nos son más que necesarios. ¿Por qué no hemos de dorarle la píldora al gerifarte? Si lo hacemos con maña, recibiremos el ciento por uno.
Escuchar discursos que nadie escucha -a la espera como estamos del consiguiente piscolabis-, gastarse unas perras en placas de esas que, al cabo de un año, se han enrobinado y ya no se lee la dedicatoria, ¿qué trabajo cuesta?
La izquierda ha recibido ya su primer galardón de la temporada: un cayado de oro para la ministra Narbona, de parte de los vecinos de El Algar y Tierras Nuevas. Lo veo bien, oye.