García Martínez – 15 septiembre 2005
Dígame el lector si no tengo razón. Lo que vienen opinando los críticos taurinos acerca de los resultados de la Feria contrasta con el entusiasmo comprensivo que demuestra la masa de los espectadores. Las diferencias son tan notorias, que casi se roza el escándalo.
-Como cantaría Raphael.
Como cantaría, sí señora. Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Que los plumíferos son demasiado exigentes? ¿Que quienes pueblan las gradas consideran que todas las faenas son merecedoras de loor y premio?
No lo sé, la verdad. Quizás las dos cosas. O quizás ninguna. Aunque puede que la razón está instalada en ambas partes. Quiero decir que el de la pluma dice bien, pero lo mismo cabe señalar en lo concerniente al comportamiento del público murciano.
-Usted lo ha dicho: del público murciano. Porque en otras plazas no sucede lo mismo.
Eso es muy cierto. En lugares como Madrid o Sevilla, los aficionados suelen ser más duros que el especialista. ¿Qué significa eso? Pues nada. Sencillamente, que ca uno es ca uno. Y si a este le gustan los huevos blandicos, el otro los prefiere duros.
-Pasa como en botica.
Tal como yo lo veo, lo que le sucede al espectador murciano es que, lo mismo si va de tifus -que no es minino-, que si paga la entrada, lo que busca es la rentabilidad a toda costa. Divertirse. Tanto da que el espectáculo salga bueno -cosa rarísima- como que salga malo. Todo lo que dé el ruedo se toma misericordiosamente. El que va de gratis, por no quedar mal con quien lo invitó; el de pago, porque, encima de gastarse los cuartos, no tiene ningunas ganas de tomar disgustos, ni pesambres.
Cada cual se lo monta para lucir su palmito en el coso -principalmente las señoras-, saludar a los conocidos y atizarse una buena merienda. Que hay que pedir incluso más orejas de las que calzan los seis toros, pues se piden. Que hay que sacar al maestro por la puerta grande, pues se le saca. ¿Qué más da?
Por algo estamos en Feria, por algo está uno trabajando todo el año para pagar la entrada. Se trata de practicar el sentido lúdico de la vida, la cosa mediterránea, el cachondeo…
Yo lo veo bien