García Martínez – 19 septiembre 2005
Muchos de los forasteros que nos visitan sostienen que los murcianos no sabemos conducir por la ciudad. Y que eso es lo que ocasiona atascos tan tremendos como los que padecemos. Sobre todo si el que llega es de Madrid, su juicio es más que contundente: «Ni puta idea».
Se nos echa en cara que carecemos de habilidad al volante. Una habilidad que se traduce en agilidad. El ejemplo que repiten es que, cuando el semáforo se pone en verde, los conductores tardan mucho en salir pitando. Unos, por excesiva melsa: otros, porque han cogido el coche para pasear; los de más allá, porque andan entretenidos sacándose los mocos de la nariz. O sea que nos ponen a caer de un burro.
Reconocen -los que vienen de la Corte- que tampoco la regulación teórica del tráfico es la más adecuada, que los semáforos no están coordinados convenientemente. Pero eso -dicen- no es lo peor. Lo más grave es nuestra manera parsimoniosa de conducir.
No sé si esto es del todo verdad, aunque algo habrá, si tanto suena el río. Reconozco que, cuando circulo por Madrid como copiloto de un madrileño, el payo se las arregla muy bien para sortear los obstáculos.
-Vulnerando el código, desde luego.
Pues, mire, algunas veces sí que se sale algo de madre. Pero no siempre. Los de por allí arriba dicen que los de por aquí abajo nos incordiamos los unos a los otros, precisamente por esa falta de maña -o como se le quiera llamar- que nos achacan.
A lo mejor llevan alguna razón en eso. Quizás haya demasiada gente con poco hábito de conducir por ciudad. O será que somos como somos. Oye, el carácter también cuenta. Bien mirado, no se trata de conducir a lo loco y sin frenos, provocando situaciones de peligro e incluso accidentes. Es otra cosa: habría quizás que aprovechar los huecos, ser más decididos, no esperar a meter la primera hasta que cambie la luz del semáforo. No sé.
Hombre, el tema es preocupante, pues, con tanto apelotonamiento, la capital deja de tener una de las ventajas que nos diferencian de las grandísimas ciudades, como es la de un tráfico fluido. La de aparcar fácilmente ya la perdimos.
En fin, el lector verá.