García Martínez – 20 septiembre 2005
Sin justificación suficiente, una concejala del ayuntamiento de Murcia alude a los de la oposición diciendo: «Si pudieran, nos llevarían al paredón y nos pegarían dos tiros».
Me pregunto cómo puede una señora que ejerce la política (y a la que se le supone una mínima formación siquiera cívica) decir semejante cosa. ¿Estamos aún trotando por los montes o hemos entrado, los españoles, en el seno de una sociedad ordenada democráticamente? Esta es la cuestión.
He dicho sin justificación suficiente, pero me equivoco. Jamás se puede justificar una salida de tono semejante. Eso se llama guerracivilismo, tan parecido a cerrilismo. Aquí no quiere nadie fusilar a nadie. Al menos que se sepa. Y una acusación tan estúpida descalifica a quien la manifiesta.
Mi señora concejala -me da lo mismo cómo se llame y el partido al que pertenezca- si tiene un poco de lo que hay que tener, está obligada a retirar lo dicho y a pedir perdón. Públicamente, o sea de la misma manera, tan temeraria, que ha hecho su acusación. Y, si no, a dimitir, que son tres días. Porque incitar de esa forma a la discordia es más que una estulticia. El ejercicio político de esa señora sólo puede continuar si reconoce su error y da a la publicidad su propósito de enmienda.
Hace ya mucho tiempo, el lenguaje que ha empleado esta mujer estaba a la orden del día. Y fueron tantos -y tan exaltados- los que insistieron en matarse de palabra, que acabaron matándose de verdad.
Nos movemos dentro de un sistema, si no perfecto, lo bastante útil para ir tirando. Ha sido necesaria mucha generosidad, por parte de casi todos, para que en las relaciones sociales reinasen la concordia y la tolerancia. Nadie tiene derecho a incitarnos a la pelea.Y los de arriba, los que mandan más -con los Zapateros y los Rajoys la cabeza- deberían dar el mejor ejemplo. Porque, cuando el jefe estornuda, la tropa -y más aún la tropilla- agarra una pulmonía.
Los dos partidos mayoritarios, con su falta de sentido común, se llevan como el perro y el gato. Desbarran todos los días, achacando los unos a los otros lo que sí está escrito. Para escándalo de las personas de buena voluntad que, por fortuna, componen hoy la mayoría de este vapuleado país.