García Martínez – 04 octubre 2005
Cuidado, ¿eh? Yo no digo que no se haya producido el eclipse. Pero sí afirmo, con toda la contundencia que sea preciso, que no lo he visto.
-Si no miras, ¿cómo lo vas a ver?
Quite, hombre. ¿No he de mirar? Toda la mañana. Primero, cuando pasaba con el coche por las metrovacesas que llaman. Y justo cuando estaba en el semáforo de la rotonda de los cubos, paré y me eché al arcén. Bajé del coche. Miré y no hubo nada. Nubes, sí. El entero cielo era una nube gigantesca.
En llegando al periódico, igual. Es verdad que el paisaje se mostraba muy plomizo y no se movía ni una hoja. Como si estuviera pasando algo muy gordo. Trascendente. Un membrillero que tengo delante de la ventana, quieto parao. Dormido. Tal que se hubiera muerto. Era un silencio demasiado silencioso. Tenías la impresión de estar en la antesala de la fin del mundo. Una calma de esas que dices: «No me gusta nada esta calma. Algo tremendo va a suceder».
Me dijeron que el eclipse podría verse en la web del Ayuntamiento. Pero yo, para contemplar un eclipse -y encima de los buenos- en el Ayuntamiento, pues que no. Luego vienen los formalismos: «Hombre, qué bien, señor Alcalde. Enhorabuena por el eclipse». Y después llegan los socialistas -que están en la oposición, como se sabe- diciendo que el eclipse es de ellos. Y montan el cirio una vez más.
Aparte de que, para mí, el eclipse detecta un fallo del Sistema. No es algo que haya que alabar. Quienquiera que fuese, cuando compuso el discurrir de las galaxias, por así decirlo, no lo hizo como es debido. No cayó en la cuenta de que, en un momento dado, la Luna, el Sol y la Tierra se iban a poner uno delante del otro, estorbándose, con lo que de alguna manera se jodía el invento.
Los científicos, como no tienen nada que hacer (pues no hay dinero para investigar), se empeñan en decirnos que se trata de un fenómeno natural. Pero taparse unos astros a otros, aunque sea por pocos minutos, es síntoma evidente de que algo funciona mal. Lo mismico, lo mismico que cuando se produce un tornado o un maremoto. Al relojero no le quedó del todo bien el reloj, por más empeño que pusiera.
Concluyo, pues, diciendo que la maquinaria universal también chirría.
-No le digo ni que sí, ni que no.