García Martínez – 17 octubre 2005
Dicen las estadísticas que uno de cada cuatro escolares sufre acoso por parte de sus compañeros de cole. Me pregunto si será o no este un asunto nuevo.
Puestos a responder, me respondo que no. Cuando los viejos de hoy éramos zagales, también había acoso. Aunque no se llamara así. Entonces se decía: «Este chico es un jodeor». Y el asunto no pasaba de ahí. Era, me creo, un acoso diferente. Casi nunca llegaba la sangre al río. Hoy, sin embargo, el problema parece más grave y casi tiene proporciones de epidemia. Además de por el daño físico, por el psicológico.
En mis tiempos, al escolar que llevaba gafas se le llamaba gafitas. Al que tenía los dientes demasiado grandes, palas. Al que mostraba una cabeza más que considerable, cabezón. Al gordo de más, fati. Y al que practicaba el feo vicio de acusar, acusica. A este se le cantaba, como añadido, una cantinela que decía: «Acusica Barrabás, en el Infierno te verás».
También hubo peleas que culminaban en narices sangrantes, cardenales y chichones. Cosas menores que no requerían salir pitando a Urgencias. Aparte de que al no existir las tales Urgencias (digo como las de ahora), pues te las apañabas tú mismo.
Actualmente, el acoso es mayor y peor que el de antaño. Se ha convertido en un problema social. ¿Acaso los chavales de ahora tienen más mala leche que los de generaciones anteriores? No creo.
Pero, si ese afán por hacer daño al prójimo cercano no es de nacimiento, habrá que echar las culpas a factores que llegan de fuera. Al que llaman entorno, donde por cierto reina la tele en todo su esplendor.
-Ya estamos a vueltas con la tele.
Usted me dirá. La violencia continuada y gratuita tiene su casa en la televisión. ¿O no?
-Y en el cine.
También. Pero la tele es mucho peor, porque las horas de televisión que se chupa un niño son más que las horas de cine. La violencia en la pequeña pantalla y también en el cinematógrafo se hace insoportable. Incluso para los adultos más duros, los que tienen la piel menos sensible. Se trata de una progresión geométrica. Cada vez se riza más el rizo. Y el muchacho pica, porque es mimético.