García Martínez – 19 octubre 2005
No parece probable que -al igual que los pajaricos sueltos de Vicente Medina- vayamos a volar también nosotros, ni nuestros hijos, como volaban los niños de la escuela cuando se les murió el maestro. No circulan avioncicos ningunos por encima de Corvera. Ha pasado ya mucho tiempo desde que un ministro -por mal nombre Abel, que mejor le cuadraba Caín– nos anunciara en nuestras propias narices, aquella vez que vino a Murcia en visita rutinaria, que de aeropuerto nuevo, nada de nada.
Ahora, tanto tiempo después, Madrid se demora. Por lo que cuentan, aunque el PSOE lo desmiente, el funcionario que lleva este asunto estaba haciendo otra cosa más importante.
A uno, oyendo eso, se le queda una deprimente sensación de paria. No ya de ciudadano desatendido. Eso era antes, cuando todavía quedaba alguna esperanza viva. Igual nos pasó con el agua. No me refiero a que te den poquísima cuando, como ahora mismo, hay poca. Aludo a la fría resolución con la que, de un puto plumazo -sin consultar, casi sin avisar- se cargaron el trasvase del Ebro.
Te miras y te dices: “No somos nadie los murcianos”. Y no se me diga desde las instancias que hago victimismo. ¿Vamos, quite usted! La que habla es la verdad de los hechos. Y siento -pues lo sufro yo mismo, como uno más que soy- que no me queda otro remedio que tenerme por paria. O sea, lo menos que se puede ser en la escala de los seres humanos.
Tenenos en San Javier un aeropuerto que está a rebosar. Mitad militar, mitad civil. Pero eso daría igual, si con esas instalaciones quedaran satisfechas las necesidades de Murcia. Cuando, en la España de hoy, das una patada en el suelo y florecen no sé cuantísimos y extraños aeropuertos, aquí tenemos que aguantar las humillaciones, una con otra, con persistencia increíble, que nos llegan desde la Corte.
Con esto, y con lo del Ebro, y con tantas cosas, se te quitan las ganas de actuar como ciudadano militante. Se te mete en el cuerpo una cansera sin remedio. Una cansera enfermiza y peligrosa. ¿Pa qué quies que pida? ¿Pa ver a cuatro políticos de mierda que se creen los reyes del mambo? Pide tú, si quieres. Que a mí no me quea ni un soplo de aliento, ni una onza de fuerza, ni ganas de verme…
Demagogia, ¿verdad usted?