García Martínez – 27 octubre 2005
Vaya un enfado que han agarrado algunos en Santomera. Todo fue porque una concejala del PSOE que iba a retrete se topó con un piano y lo tocó una miaja. El sonido llegó al salón donde se celebraba el plenario y poco menos que lo tomaron como un insulto a la democracia.
-¿Quite usted! Yo creo que la democracia aguanta carros y carretas.
Eso mismo me parece a mí. Aparte de que, bien mirado, los pianos están para tocarlos. A ver: tú abandonas el pleno para cambiar el agua a las olivas. Y, por lo que sea, aparece un piano en el camino. ¿No te entran unas ganas irrefrenables, que superan incluso a las de mear, de pulsar las teclas?
Dícese que esta concejala santomerana no interpretó pieza ninguna, sino que dio un par de toquecitos al teclado. Y esto es lo que veo mal. Ya que estás en ello, lo que hay que hacer es tocar alguna cosica. No diré que de Falla, ni siquiera de Chopin. Pero, en fin, un pasodoble o incluso el Canto a Murcia, eso sí. Es lo menos que cabe esperar de una concejala que va al servicio y se le pone delante un piano.
-Si fuese un concejal, el piano sería de cola.
No entiendo qué quiere decir el lector. Allá él con su conciencia. Si tocaran lo que digo -una pieza bonita y aparente-, ninguno de los del pleno se echaría las manos a la cabeza. Porque, durante esas discusiones que se montan los político, un poco de música buena los seduce. Y más aún, los amansa.
Lo que debió de ocurrir fue que, al escuchar sólo tres o cuatro notas -y de las agudas-, los ediles se pasmaron. Se pensaron que llegaba el Tejero aquel o similar. Y, claro, por nadie pase.
Porque a mí no me entra en la cabeza que los concejales de Santomera, por muy de partido que sean, se enfaden porque les tocan, pongo por caso, España Cañí. Tampoco digo que tengan que sacar a bailar a las concejalas. Aunque ¿por qué no? Seguro que alcanzarían mucho antes el consenso.
El Alcalde, que para eso lo es, abriría el baile. Y se irían incorporando, por orden de importancia, los tenientes de alcalde, los concejales delegados y los concejales pelados.
-¿Y el secretario?
¿Coño! Es verdad. ¿Qué hacemos con el secretario? Pues que sirva las copas.