García Martínez – 28 octubre 2005
El martes en la noche me chupé de cabo a rabo la hora y media de entrevista castellonense que le hicieran García Cruz y Botías al obispo Reig, que pronto se hará cargo de la diócesis de Cartagena. (Por cierto que en ninguna circunstancia dejó de decirlo así el Monseñor. De Cartagena, que no de Cartagena-Murcia. Lo veo bien. Las cosas son como son y el que se ría que lo pague).
Las contestaciones de los prelados a las preguntas de los periodistas son peculiares. Como lo son las de los políticos. Sin embargo, en el concreto caso de Reig, hubo algo que me impresionó. Confesó haberse leído, de la a a la zeta, el Estatut catalán. Como suena.
Entonces me dije: ¿Tate!…
-Por favor, maestro. Que ya nadie dice tate. Sólo los antiguos…
¿Y quién le ha dicho a usted que yo no soy un antiguo? Aparte de que ciertas exclamaciones, ya pasadas de moda, quedan bien en los clérigos. Por lo que sea, pero es como lo digo. He aquí algunos ejemplos: tate, caramba, córcholis. Y estando servidor hablando de un clérigo, resulta de cortesía que anote sus muletillas exclamativas.
Pues me dije tate porque encontrarse a alguien que se haya leído el Estatut, es cuando menos asombroso y digno de admiración. Me creo yo que ni siquiera sus redactores lo conocen de pe a pa. Esta clase de documentos suele confeccionarse esturreada, a trozos. Un pasaje se lo encargan a Mengano, el otro a Zutano, y así con todos los pedazos. De manera que no sepa tu mano derecha lo que ha escrito la mano izquierda del vecino.
Este rasgo del Monseñor nuevo me hace pensar positivo de su talante. Porque, en este país (Carrillo dixit), todo el mundo habla sin conocimiento de causa. El Quijote no se lo ha leído nadie, pero la gente dice que sí para no pasar vergüenza. A lo más que llegan es a “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Ahí se paran. Sucede lo mismo con la Escuela de Mandarines, de nuestro Miguel Espinosa. También con la Constitución. Y con el Estatutico murciano. Ni puta idea tenemos. Y yo soy el primero en confesar mi pecado.
Así es que da mucho gusto saber que siquiera uno entre los dos millones y pico de murcianos -el obispo Reig- se lee primero lo que después comenta.