García Martínez – 31 octubre 2005

Por fin han entrado en razón. Anda que no les ha costado tiempo y trabajo. Ahora se han dado cuenta, los dirigentes europeos, de que se equivocaron al emitir lo euros sólo en monedas. Esa metedura de pata es la que ha hecho que se produzca una inflación ficticia, aunque verdadera en sus perniciosos efectos.
La Eurocámara, así llamada, pide a la Comisión y al Banco Central Europeo que emita billetes de uno y dos euros. Claro que sí. Por no haberlo hecho en su momento, los españoles hemos tratado al euro como si fuese una moneda de aquellas de dos reales con el agujero en el centro. O, para que no me tilden de exagerado, como una de cinco duros. Que ya es decir, porque veinticinco pesetas no tienen nada que ver con las 166,386 pesetas que vale un euro. A muchos me conozco yo que, aun siendo tacaños, han dejado en el restaurante cinco euros de propina, creyendo que dejaban cinco duros de los de entonces.
Lo de la inflación ocasionada por el euro no es ninguna broma. Aunque, claro, las altas instancias no quieren reconocerlo y siguen echando la culpa de lo cara que está la plaza a las judías.
-Eso es racismo y xenofobia.
Pues, bien mirado, sí que lo es. Si a ti te dan un euro o dos en billetes, eres más consciente de su verdadero valor. El billete tiene más categoría que la calderilla. Por eso esta se llama calderilla. Si no, sería caldera.
Son torpes, los emisores, porque tenían el ejemplo del dólar y no lo tomaron. Donde esté el papel que se quite el metal, aun cuando al peso este valga más. Pero no, porque el valor del dinero es un valor entendido. Un acuerdo al que hemos llegado los humanos para no pagar el café, en lugar de con cuartos, con una linterna o cualquiera bien que pueda ser objeto de trueque.
Y quien dice el euro dice sus hijos menores. La calderilla esa cobriza, que tiene una malasombra que no veas. Los centimicos cobran ahora una importancia que no alcanzaron jamás. Son una pasta, pero, en viéndolos tan emirriados, te piensas que no valen nada.
Por eso algunos pescadores no aceptan la rebaja que les ha hecho el Ministerio en el gasóleo. Apenas son esos pocos céntimos que las viejas de Franco daban en las iglesias para ir así derechitas al Cielo.