García Martínez – 4 noviembre 2005

Hacía mucho tiempo que no se mostraba en los medios el señor Anasagasti. Algunos maliciosos comentaban: «Eso es porque se ha quedado tan calvo, que ya no puede disimularlo, por muy artista que sea en el menester de taparse lo de arriba con la melena lateral». Ahora, por fin, aparece con su malhumor de siempre para decir, a propósito del nacimiento de la niña Leonor, que «este revuelo es desmesurado». ¿Pos pijo! Más desmesurado es pretender convencernos de que sigue gastando el mismo pelo que cuando tenía doce añitos.
El revuelo que se ha montado en torno al nacimiento de la chiquilla es lo más natural del mundo. En este país nuestro, que es también el de Anasagasti, quiéralo él o no, circulan muchísimas revistas de las que llaman de couché o colorín, con no sé cuantísimos lectores, que se revolucionan (y revolucionan al personal) en cuanto que una modelo o un gigoló parpadean. Se pintan solas para hacer personaje a personajillos, como uno al que le dicen Humberto Janeiro, que yo ni siquiera sé quién diablos es.
También están a la orden del día príncipes y monarcas, especialmente europeos, que ocupan las portadas sólo porque los han pescado en la calle en calzoncillos o como invitados en algún bodorrio. Mira la Duquesa, que no para la pobre. No me diga Anasagasti que él no le presta atención ninguna a la Duquesa, tan graciosa y tan castiza, pues no me lo voy a creer. Que también los nacionalistas somos humanos.
Luego tenemos la tele, que la enchufas y empieza a soltar una salsa de color rosa, con lo que se te pone el saloncito perdido. Y ves a toda la familia allí, mojando pan en el suelo…
-Sopando.
Eso mismo: sopando. Mira, mira cómo lo sabe el lector.
Volviendo a Leonor. Hombre, por favor. Este evento es algo más que frivolité. Tiene que ver con el porvenir de los españoles. El heredamiento y todo eso. Y otra cosa no menos importante: que la gente tiene todo el derecho del mundo a entretenerse con estas mecánicas. Hay quienes, como Anasagasti, se lo pasan pipa con Achucha o con Ibarreche. Y nadie les dice nada. Fíjate la que se armó con el Plan famoso. ¿Es que eso no trajo revuelo? ¿Vamos, quite!