García Martínez – 5 noviembre 2005
Esto es algo que, tarde o temprano, terminaría ocurriendo. Veo muy loable que los festejos murcianos -Entierro y Bando- se internacionalicen. Que hagamos partícipes de nuestra marcha a los extranjeros. Más que nada para que todo el mundo se lo pase bien, que ya demasiadas desgracias suceden a diario. Pero, claro, los polvos, con perdón, acaban trayendo lodos.
Contaré algo verdaderamente insólito. Todo empezó cuando Patrick van der Veken, belga de nacimiento, pidió ingresar en el grupo sardinero Saturno. La recomendación vino de quien entonces era presidente, o sea Mariano, el del Churra. De manera que Van der Veken, alto y rubio, bailaba por la Gran Vía como si nada, merendaba a tope y repartía juguetes como el que más.
De tan contento como estaba, el belga invitó a todo el grupo, incluidas las esposas, a un viaje a Brujas.
-Y a pajera abierta -apunta García de Paredes, un veterano de Saturno.
Pues, nada, todo muy bien. Pero, en llegando la noche del 10 de octubre de este año, a la hora de elegir nuevo presidente, resulta que uno de los candidatos es el Patrick. ¿Anda con Dios! Nuestro belga presenta su programa, con tres compromisos: «a) Devolver al grupo su auténtico sentido Saturno. b) Establecer una financiación estable. Y c) Dar forma jurídica al grupo». Esos apartados se subdividen en varios.
Al final, Patrick promete un viaje, pero sin decir adónde, pues quiere darles a todos una sorpresa. No digo yo que sea por la golosina de esta nueva excursión, pero lo eligen presidente.
-¿Se sabe si este viaje será también a pajera abierta?
Eso ni se pregunta. Es obvio. De forma que el Entierro de la Sardina tiene un presidente de grupo totalmente extranjero. Y comoquiera que en su país se bebe muy buena cerveza -que la toman con mejillones-, en el apartado que dice: «Buscar fuentes de ingresos alternativos», propone celebrar la Fiesta de la Cerveza Belga.
A mí no me sorprende lo de Van der Veken. Si te acercas a la plaza mayor de Bruselas, te toparás con unos tíos que van, de acá para allá, vestidos de época, con bandera y banda. Rememoran aquellos tiempos en que los sardineros ocuparon Flandes, a las órdenes de ese Gran Pez que fue el Duque de Alba.