García Martínez – 30 noviembre 2005
El calvo que anuncia la Lotería de Navidad no nos mola a algunos. Yo creo que somos legión, pero, bueno, tampoco quiero pasarme. Es verdad que, si la vista no me engaña, cada vez es menos insistente la publicidad en la que sale este payo.
-Parece un templario, ¿verdad?
Algo así. Lo que pasa es que, como la lotería navideña se sigue vendiendo muchísimo, ¿con qué argumento descalificas tú al calvo? No tengo ninguno. Por tanto, palillo y flor de malva.
-De todos modos, cuando a usted se le mete algo entre ceja y ceja, acaba poniéndose algo pesado.
Bien, vale. Dejemos a un lado si el calvo en cuestión gusta más o gusta menos. Lo que no puedo dejar de referir es un hallazgo muy curioso, cuyo mérito se debe a los estudiosos de la Lotería. Porque existen, incluso cuando Franco, verdaderos estudiosos del tema. Personas -y no sólo jubilados- que viven pendientes todo el año de este sorteo tan tremendamente popular.
Ese hallazgo que digo es fruto de la observación. Porque, observando, observando, han detectado en el anuncio gráfico que, en torno al calvo, aparecen todos los números del uno al diez…, excepto al ocho. Mírelo, si le place el buen lector. Nada, que no hay ocho.
En vista de lo cual, hay quienes han concluido que, justo por esa ausencia, este año va a caer el Gordo en ocho.
-¿Pero qué va caer, ni no va a caer? ¿Dice usted en la terminación?
Yo no digo nada, caballero. Yo soy un mandado. Acepto que no sé responder. ¿En la terminación? Pues parece lo lógico. Pero a lo mejor lo que se nos quiere indicar es que uno cualquiera de los números del décimo será el ocho. ¿En qué lugar lo situamos? Pues lo ignoro. Eso tendrán que decirlo los mismos estudiosos de los que vengo hablando.
Está claro que si la numeración se compone nada más que del ocho con varios ceros delante, pues no hay duda. Ahí toca premio por narices. Lo que deberá hacer quien acepte esto del ocho, no es otra cosa que lograr que la lotería que compre tenga siquiera un ocho. Por delante, entremedias y/o en la terminación. Sería lo más sensato. Pero que nadie me busque las cosquillas. Yo llevo todas mi papel con el ocho puesto. Los demás, allá cada uno. Y a mí que me registren. Semos libres, ¿no?