García Martínez – 3 diciembre 2005
La floresta es una bendición que aquí en Murcia brilla por su ausencia. Nuestro paisaje se parece cada vez más al de Israel y Palestina. Polvo -en el mal sentido- y alacranes. Estamos más secos que la pata de Perico, como se suele decir.
El mundo entero se va deforestando cada vez más.
-Se dice desforestando.
-No, señora. Se dice deforestar, sin la ese primera.
-¿Qué se apuesta?
¿Joder, ya empezamos! Como el lector siga así me va a obligar a cerrar el quiosco. No dirá que no se lo aviso.Lo mejor que puede darnos la Naturaleza es cuanti más floresta mejor. El diccionario -búsquese ahí el deforestar- la define así: «Terreno frondoso y ameno poblado de árboles». Contiene también una acepción figurada que merece la pena reproducir: «Reunión de cosas agradables y de buen gusto». La floresta es el ideal murciano, la utopía. Si quitamos los frutales -y los acabarán quitando-, ¿qué nos queda? La lechuga, la tomatera y el melonar. Pero eso no es floresta propiamente dicha.
Por naturaleza, las gentes de Murcia añoramos la floresta, soñamos con la floresta. Y, mientras tanto, la realidad nos trae una Región cada vez más desertificada. Mejor que desértica, desertificada, porque hemos sido nosotros, con nuestras manecicas, los deforestadores.
Desde hace un tiempo, la CAM se viene ocupando del medio ambiente.
-Como si nos fuera en ello la vida.
Es que nos va, maestro. Pues, en fin, la CAM ha decidido dedicarse a reforestar, bajo el lema: «No al desierto». Y, nada, invita a la gente joven, que aún no está echada a perder, a conocer las plantas y, una vez conocidas, plantarlas. Esa es una tarea que nos compete hacer. Así, mientras que, por un lado, desollamos la Región, por el otro, plantamos, plantamos y plantamos.
Es lo único que se puede hacer para que nuestros nietos no se vayan a la mierda, ni maldigan la hora en que los obligamos a nacer. Esta CAM que digo tiene planes concretos para diversas zonas de la provincia. Quieren ponerlas verdes, aunque para su bien. Si, como cuentan, logran reforestar, por ejemplo, el cerro pelado donde se asienta el castillo de Jumilla, ya se puede uno morir en paz.
Lo digo en serio.