García Martínez – 6 diciembre 2005
Esto no puede ser. A estas alturas de la representación, los socialistas no pueden/no deben reprocharle al PP que no votara en su día a favor de la Constitución. Esto son ganas de incordiar y de meternos en trifulca. Y así no se hace patria.
No soy del PP, ni del dios que lo fundó.
-¿Y de quién es usted?
¿Yo? De mi padre y de mi madre, porque así lo quiso la Naturaleza, la cual me subyuga mucho más que un partido político.
Si seguimos en este plan de mutua descalificación entre socialistas y peperos, vamos a acabar como el Rosario de la Aurora. Se están pasando un montón de pueblos. Ya asistimos a una escalada descalificadora, que se sabe dónde empieza -en la estulticia de quienes dicen representarnos-, pero no dónde acaba. Aunque ya se lo puede suponer el lector. Es que no quiero ni imaginármelo de como se me abren las carnes.
No cabe duda de que el PP es un partido que respeta la Constitución. Son ya muchos años, quieras que no, de ejercicio democrático. Decir lo contrario es de idiotas o de malintencinados. Y, mire usted, si pensamos en el bien de las Españas, nos sobran todos los idiotas y todos los malintencionados.
Los conspicuos de la política -a quienes pagamos religiosa o laicamente- están usurpando el papel de críticos que nos corresponde a los ciudadanos. Nos están robando, antidemocráticamente, algo que la Constitución otorga al pueblo, como es poder someter a juicio la actuación de los partidos. Lo que ellos tienen que hacer es trabajar más y mejor. Y dejar de echarse el muerto los unos a los otros. O, cuando menos, hacerlo con ingenio e inteligencia.
Aparte de que la Constitución hay que cumplirla en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. En no molestar al vecino, en someterse gustosos a la norma que nos hemos dado. Ese es el mejor aprendizaje para, después, ejercer en las grandes cuestiones lo asimilado.
Si trabajaran más y con más tino en que el país salga adelante, si dejaran a los de a pie ejercer la crítica sobre su manera de hacer, otro gallo menos estridente nos cantara. Así, ellos podrían dedicarse a ejercer, ¿ay!, la autocrítica, que es la mejor de las críticas.
Tontucios de toda tontuciería: ¿es que esto va a ser para siempre?