García Martínez – 11 diciembre 2005
Los señores de la política, cuando los administrados les dicen «no es esto, no es esto», o se hacen el loco, o llegan y se enfadan: «El pueblo es que es la leche? ¿Qué demonios quiere, si se puede saber?».
Pues claro que se puede saber. Faltaría menos. Hay una cosa que está ya muy demostrada. Los caminos del que manda y los del que obedece no son convergentes. O no lo son todo lo que sería necesario. Desde luego, lo que el pueblo no desea es que pierdan el tiempo y la dignidad con sus trifulcas de todos los días que Dios amanece.
Tampoco le gusta que suban los precios, ni tener que trabajar más de la cuenta. Y, como es tan suyo, digo el pueblo, le jode que le suban el interés de la hipoteca. El tema estatutario se la repampinfla. Y si los del PSOE se creen mejores que los del PP o los del PP se creen mejores que los del PSOE, tres cuartos de lo mismo.
El pueblo se interesa por pequeños asuntos, si usted quiere, pero son también sus asuntos. Voy a contar lo que viene porque es significativo. Hace un par de mañanas iba servidor haciendo el paseíllo por esas calles que ahora tienen sabor a Navidad. En menos de una hora me pararon cuatro lectores (o eso me supongo yo cuando me pongo optimista). Digamos, para no errar, cuatro pacíficos ciudadanos.
Todos ellos me pidieron que exija en los papeles lo que a continuación diré. Uno se lamentaba de que en el Morales Meseguer, adonde fue a ver a un paciente que resultó estar en la Arrixaca Vieja, por dejar su coche diez minutos en el aparcadero le cobraron un euro con diez. Me muestra el boleto, pues se lo guardó como recuerdo.
Otro señor sugiere que, cuando la avenida de Miguel Induráin haya sido alargada por sus dos extremos, no lleve toda ella el nombre del ciclista. Solicita que una prolongación se dedique a Narciso Yepes y la otra a Isaac Peral.
Un poco más allá, una señora se empeña en que nos acerquemos al Romea para ver los desconchados de su fachada. Leamos, además, esa página que publica La Verdad con reclamaciones y sugerencias. Entonces, ¿qué? Pues eso, señores de la política: menos viajar y más leer el periódico y salir a las calles del pueblo de uno, que es el de todos.
Para que se enteren y cumplan.