García Martínez – 16 diciembre 2005
Entonces viene el lector -que no para, oiga- y me pregunta: “¿Cómo ve usted las casetas?”. Se refiere a esas que han puesto, como cada año, en el Paseo de Alfonso El Sabio, para amenizarnos y sazonarnos la Navidad. Y yo le respondo: “Hombre. Las veo bien y si le digo otra cosa miento”.
Hay personas que reniegan de las Navidades. Consideran que son unas fiestas dulzonas e hipócritas -ponga un pobre a su mesa-, sentimentalonas, que procuran tristeza porque te quieren presentar un mundo color de rosa, cuando el verdadero color es negro como la pez.
Esto pasa porque en botica hay de todo. Y el que más y el que menos habla de la fiesta según le va en ella.
Pero, en fin, la Navidad es para muchísimos poco menos que una felicidad nevada. Aunque la procesión vaya por dentro y uno disimule zampándose un mantecao de almendra con su miajita de anís.
-A mí me va el Marie Brizard o como quiera que se llame.
En eso no entraremos. Otros, sin embargo, prefieren una infusión de manzanilla con una chorraíca de Machaquito, en su versión de seco.
Hay mercancías para todos los gustos. Y, desde luego, te las puedes encontrar en las casetas de las que hablábamos. La manduca está organizada de modo que, después de pasar por cuatro o cinco puestos sin comestibles -belenes, perfumes, papel reciclado-, te encuentras las dulcerías.
-Yo, la torta de Pascua me gusta que sea basta.
Vale, hombre, cojonudo. Las casetas tienen que están bien instaladas. No son nada cutres, se muestran adornadas ad hoc, con motivos ad hoc, o sea navideños. Y se escucha, a todo lo largo del trayecto, la musiquilla villancica de siempre, pero sin estridencia.
Tienes también que las gentes que regentan estos negocietes efímeros son entrañables. Como la cosa va generalmente del productor al consumidor, hay quienes no saben usar el peso automático. Yo me compré ayer mismo cuatro tortas y dijo el tique que tenía que abonar seiscientos euros, cuando en realidad eran seis. La mujer se mondaba de risa, por la equivocación. Y explicó: “El jodío aparato pensaba que se iba a llevar usted el quiosco entero”.
Las tortas, en fin, riquísimas.