García Martínez – 21 diciembre 2005
Un barbero personalizado siempre será un barbero personalizado. Mucha gente va la peluquería, no tanto a que le corten el pelo, como a que se lo corte un barbero dicharachero. El de toda la vida. Pasa lo mismo que con el mozo y la moza que se dan su amor. No basta su mera condición de mozo o moza, sino que se tienen que hacer alguna clase de tilín.
Por eso no me ha sorprendió nada saber que en España funcionan peluquerías para ecuatorianos, servidas por ecuatorianos. Más aún, lo veo bien. El barbero o la peluquera son cosa muy personal. El ciudadano tiene derecho a elegir barbero. Porque el barbero, aparte de que te quita el pelo, te pone la conversación que a ti te gusta. Tú no sales de la barbería nada más que arreglado. Te vas de allí contento como unas pascuas. Porque entre el barbero y tú ha funcionado la habilidad del profesional para que, por medio de la charla informal, pases un rato agradable. Siempre ha sido así. Y un barbero, por muy bien que te pele, si no te ha dado algo más, no sirve para el oficio.
Tenemos también el caso, cada vez más minoritario, de aquellos que reciben al barbero en su propia casa. Eso sí que es rizar el rizo. Que te pele en tu salita de estar un barbero de los que saben llevar la conversación que a ti más te convenga, eso ya es miel sobre hojuelas. Si, además, el hombre te acepta una copita de anís dulce, ¿qué otra cosa te puede proporcionar tanta satisfacción?
El Banco Mundial para la Mujer -pero también otras entidades dependientes de Zapatero- ofrecen ayudas para montar peluquerías de uso exclusivo de la inmigración. Yo eso no lo veo como apartheid ninguno. Antes bien, lo tengo por una contribución a la felicidad del inmigrante.
Los ecuatorianos que vengan a vivir aquí se van a encontrar, al menos, igual de contentos que en su país de origen, al haber barberos de su misma nacionalidad. Esto no lo discute ningún sociólogo. Al contrario de lo que pueda parecer, estos pequeños placeres ayudan a que el individuo se sienta como en su propio pueblo ecuatoriano.
Hoy en día, los barberos españoles te despachan en diez minutos. Y, entonces, por buena que sea la faena, tienes la sensación de que te falta algo. ¿Y qué es ello? Pues, sencillamente, más barbero.