García Martínez – 15 diciembre 2005
Ya no hay humano ni divino que los aguante. Hemos alcanzado la última etapa de nuestra paciencia, aunque pareciese infinita. Es que no paran. A todas las horas, el PP y el PSOE, regalándose perrerías el uno al otro y el otro al uno.
Está bien que quienes gobiernan y quienes se oponen se lancen de cuando en cuando chilindrinas de diversa índole. Pero, coño, no a cada momento, no siempre a vueltas con los mismos reproches. Me temo que, cuando se levantan por las mañanas, se dicen a ellos mismos: «Como hoy no tenemos nada nuevo que decir, acudamos a lo que ya dijimos ayer». Y los medios, dale que te pego, reproduciendo todas las chorradas que sueltan, como si en ello nos fuera la vida a los españoles.
Los del PSOE la tienen tomada con la crispación. Y cada dos por tres sacan el asunto a relucir. «Que si ustedes crispan, que si ustedes están jodidos en exceso porque perdieron las elecciones, que si ustedes no quieren dialogar». Y por parte de los peperos: «Que si digan ustedes qué cosa hablan con los de Batasuna, que si ustedes están conchabados con los nacionalistas, que si se mueven a las órdenes del tripartito». Un empezar y no acabar.
Me pregunto si no habrá alguien medio sensato que les haga saber que los ciudadanos estamos hasta el gorro. Peor aún: hemos entrado ya en la fase de no hacerles ni puñetero caso, de desentendernos de sus peleas, de ignorarlos. Y esto es lo peor que puede ocurrir. Que el pueblo deje de interesarse por la política y por los políticos.
Aburren a las ovejas.
-Y a las cabras -salta la cabra.
Nosotros, desde nuestra modestia, luchando con la inflación, que nos trae fritos. Viendo a ver qué congelado está más barato en fiestas tan abusivas. Pues que, mientras te cantan un villancico, te la meten doblada con los precios.
Entonces abres el periódico o pones los audiovisuales para ver cómo marcha el país en su conjunto. Y todo lo que recibes es ese material merdoso del: «Y tú más». De modo que, si malo es mi Domingo, peor es mi Manuel.
Ya vale, queridos míos. Que, al final, les estamos pagando para que nos hagan la vida imposible. Si seremos masocas.
-Entonces, ¿qué?
Pues nada. Que Dios nos asista, ¿no?