García Martínez – 5 diciembre 2005
Hace unos días se ha celebrado en Barcelona una reunión de los países del litoral mediterráneo. Y comoquiera que la han denominado Euromed+uno, o algo así, muchos nos pensábamos que por fin nos iban a poner a los de Murcia un Euromed. Pero no.
El Euromed es un tren relativamente rápido que nos separa de Alicante. Digo nos separa porque es en la vecina provincia donde tienes que cogerlo. Y no, como sería lo deseable, en la estación que llamamos de Murcia del Carmen. De forma que si tú, murciano de a pie, quieres trasladarte a Valencia o Barcelona en Euromed, tienes que coger el coche y acercarte a Alicante. Aparcas, te subes en el chisme y a correr.
Me creo yo que, desde el punto de vista presupuestario, acercar el Euromed a Murcia debe de ser cosa de poca monta. Cuatro perras. Digo en comparación. Pero ni caso nos hacen. Que no exista Euromed para nosotros deja con el culo al aire a los responsables políticos. Su actitud es la evidencia misma del escaso interés que tienen por arreglar las comunicaciones desde y para Murcia.
Si no son capaces de ponernos el dichoso Euromed, dejen ya de hablarme de AVEs y Corveras, que no me voy a creer nada de lo que prometan.
En esta Región nuestra se ha convertido en tradición agarrar el coche y tirar para Albacete, si tu destino ferroviario es Madrid, y tirar para Alicante, si lo que buscas es viajar hasta Valencia o Barcelona. Para qué contarte si las pretensiones son acercarte a Almería o Granada.
Y todo esto ocurre en el siglo nuevo, cuando nos iban a dar en un plazo razonable una miaja de Ebro, un aeropuerto y no sé cuantísimas cosas más, que siguen brillando por su ausencia. Por eso, cuando dicen que van a arreglar lo de la bahía de Portmán, comprenderá usted que me parta de risa.
¿Cómo van a hacer lo grande quienes no son capaces de lo pequeño? Lo del Euromed tiene categía de pequeño. Se trata sólo de alargarle el rabo al trayecto Barcelona-Alicante. Y no se me diga que la culpa la tiene el Estatut. Una Cataluña independiente no significa que la vayan a dejar incomunicada. ¿Acaso no podemos (pueden otros) ir en tren al mismísimo París, que está más lejos y tiene aún más independencia?
-Dende luego que sí.