García Martínez – 10 enero 1993
Consideran algunos que los relevos que se han producido en la Casa Real servirán para la modernización de la misma. Y digo yo: pues ¿acaso no es moderna la Casa Real? La experiencia de servidor no apoya lo contrario. Veamos Estuve allí un par de veces. Una, a ver al Príncipe; la otra, a ver al Rey.
-¡Cuente, cuente!
Pues, nada. Llegas montadito en tu propio coche. Enseñas, sin bajarte el carnet de identidad. Alguien comprueba que figuras en la lista de los visitantes. Recorres todavía con tu vehículo, y entre encinas, unos pocos kilómetros. Te paras de cuando en cuando para no atropellar a un ciervo. Aparcas junto a Palacio. Entras, saludas y te presentas ante un seños muy amable. El tal señor avisa a un ayudante que te conduce con naturalidad a una salita de espera. Allí hojeas unas revistas. Escuchas el chip-chip de los aspersores que llueven sobre el césped. Miras por el ventanal y ves a unos mirlos picoteando. Hay paz. A su hora en pinto viene a verte un militar que te lleva al despacho del Rey. (O, en el caso del príncipe, el propio Felipe se presenta en la estancia donde tú aguardas). Y, si le dices, porque somos humanos. El Príncipe, o el Rey, hacen como que no han oído. Terminada la audiencia, das la mano, agradeces el buen trato y te marchas.
Yo esto, la verdad, lo veo francamente moderado.