García Martínez – 11 febrero 1993
Así es que, a estas alturas de la función, el mundo que se llama civilizado se rasga las vestiduras porque Paul McCartney introduce unos tacos en la letra de una de sus nuevas canciones. Lo cual quiere decir que estamos en donde debemos estar: en el más genuino e hipócrita puritanismo que jamás vieran los siglos.
Vivimos en un mundo de locos, en el que cada segundo se cometen no se sabe cuántas justicias. Los mismos medios informáticos que ahora vetan los tacos del cantante nos inyectan cada día grandes dosis de violencia, real una, imaginada otra. No ya los meros tacos, sino las palabras más soeces, o las escenas pornográficas más burdas, saludan desde la pantalla pequeña a los niños y mayores que pasamos varias horas de la jornada delante del televisor. Y después, de todo eso, protegidos por tan horrorosa vacuna, enfermamos por que un artista lleno de prestigio dice nada menos que joder.
¿Y porque se han enfadado tanto algunos? Es muy sencillo. No porque el taco los perturbe- ¿a quién perturba ya un taco?-, sino por que la dichosa canción denuncia la apatía de los poderosos de la Tierra a la hora de preservar la Naturaleza de tantas agresiones.
Esa es la razón de fondo, y no otra. Si McCartney canta fuese la típica frivolidad, nadie echaría espuma por la boca. Pero, amigo, meterse con los asesinos del paisaje no se le puede tolerar ni siquiera a un Beatles.