García Martinez –9 diciembre 1993
Digo Dino IV porque esta de ahora es la cuarta vez que me ocupo de los dinosaurios de los cojones. El lector tendrá que dispensarme este regueldo gramatical, pero es que la cosa tiene castañas. Ya avise de que el proyecto. Se trataba de obtener mucha ganancia a costa de la predisposición de los chiquillos y de los dineros de sus padres. Las consecuencias de la Operación Dinosaurio son francamente penosa. Coja a un chavalin, hable unos minutos con él y usted mismo verá
Los críos están absolutamente contaminados. Viven todo el año el día para los dinosaurios. Ven el mundo a través, o desde lo alto, de esos bichos tan tontos- cabeza pequeña y cuerpo grande- que durante un tiempo poblaron la tierra. Pero- ¡coñe!- también la han poblado y la pueblan los conejos, y a nadie de Hollywood se le ocurre montar con estos bichos ninguna clase de cirio cinematográfico. Lo más que se hace es guisarlos con arroz.
Ahora que llegan las, así llamadas, fechas entrañables- delicia, de grandes superficies y similares, -los padres, abuelos y demás familia comprobaran que no pueden disfrutar de sus niños. Que se han vuelto intratables. No hablan nada más que del trinose-cuantos rex, del rabodinosius mixti, y de guarderías semejantes. Comprendo ahora que algún ayuntamiento, como el de murcia, vaya a cometer la estupidez de sustituir los camellos por dinosaurios en la cabalgata de Reyes. ¡Qué bajo hemos caído!