García Martínez – 12 enero 2005
Dirá el lector -o, a lo mejor, ni eso- que oigo demasiada radio y veo demasiada televisión. Pero, claro, en estos tiempos tan audiovisuales que corren, ¿qué cosa es demasiado? De todos modos sepa quien leyere que, tal como se está poniendo el patio, entran ganas de apagar e irse. Pero eso no estaría bien. Ser pasota no es un grado, aun cuando una miaja de escepticismo nunca viene mal.
Débese el anterior rollete a que están empezando a aparecer, en los programas en los que intervienen los oyentes, voces airadas cuando lo que se espera es que sean sensatas.
La sensatez deseable es aquella que se basa en la racionalidad de los juicios, a la hora de encarar un suceso. Y, también, en la ausencia de pasión. O, por lo menos, de la clase de pasión que es capaz de cegarnos.
-¿Lo dirá usted ya?
Lo diré, que para eso estamos. Es curioso que, en el asunto del que nos vamos a ocupar, como es lo referente al País Vasco, sean voces femeninas las que más abundan. Y, además, en un tono que no resulta ser el mejor para que no se rompa la concordia.
Una señora en concreto amonestó ayer a los tertulianos de la Campos, porque, según dijo, lo mismo que se le llama asesino a De Juana, habría que llamárselo también al general Galindo. El primero fue autor de veinticinco asesinatos, y el segundo ha cumplido pena por el caso Lasa y Zabala.
El ambiente se puso muy tenso. La dama insistía una y otra vez en lo suyo, sin que hubiera forma de que dejara hablar a los demás. Los tertulianos, poco a poco, fueron aportando su opinión. En todos los casos se le quería hacer ver a la señora su manera, según ellos simplista, de enfocar el problema. Pero a mí me recordaba la vieja dialéctica de la guerra civil, cuando los rojos echaban en cara a los nacionales justo lo que los nacionales echaban en cara a los rojos: la matanza de miles de españoles.
También se dice estos días, por parte de los nacionalistas vascos, que el Plan Ibarretxe lo único que propone es que sean los propios vascos quienes digan sí o no a su independencia. Y que, por lo tanto, no cabe escandalizarse.
No me gusta nada lo que está pasando. La espiral del apasionamiento crece y crece. Ojalá que no acabe a tortas.