García Martínez – 15 de enero 2005

Esa es otra. ¿Tendré que decir aquello de a perro flaco todo son pulgas? Es que no hacemos sino salir de Málaga y ya estamos entrando en Malagón.
Según quienes entienden, el césped del estadio de la Condomina está como si hubieran ido allí de merienda dos millones de cabras.
-Yo no he ido -se excusa la mía.
¿Y cómo sé que ella no ha ido? Uno no puede pasarse todo el día encima de ella. Cuando vengo al trabajo, no me dejan meterla en la Redacción. La excusa que me ponen los jefes es que, si me lo permiten a mí, se lo tienen que permitir a otros. Y, claro, de esa forma se convierte el periódico en un aprisco. Aparte -insisten- de que ya tenemos bastante ganao con los periodistas.
La cabra me dice que a ella no le gusta el césped y que prefiere las patas de cangrejo. Pero a mí eso me parece una excusa buscada. La cuestión es que el terreno de juego se ha convertido en un solar edificable. A lo mejor era eso lo que iban buscando.
Me contaba a mí un promotor amigo que, cuando se quiere que un edificio lo declare ruinoso la municipalidad, se le hacen a escondidas unos boquetes en el tejado, y ya los elementos se encargan de lo demás.
-Desde luego, no creas que no maquina la mente del humano.
Aquí -y no sólo en el Cabezo de Torres-, el más tonto hace relojes. Al tener dos equipos y un solo campo verdadero, pasa lo que pasa. Y luego que, como los futbolistas no son demasiado excelentes, juegan a la buena de Dios, y el daño que le hacen a la yerba con los tacos es aún mayor. Los galácticos, por ejemplo, por ser tan finos, apenas rozan el césped. Son como ángeles que corren levitando a varios centímetros del suelo. Mira el césped del Bernabéu, que está para comérselo.
-Pues eso es lo que ha pasado aquí.
Pero no las cabras, ni tan siquiera los conejos. Escúcheme: para esto de los campos de fútbol, los conejos son muy mirados. Aparte de que no he visto a ningún aficionado que vaya a Condomina con un conejo. Alguna vez, de uvas a peras, quiero recordar que han soltado uno para entretenerse. O una gallina. Yo veo mejor gallina que conejo. La gallina destroza menos.
-Y esa sí que no come yerba.