García Martinez – 18 noviembre 1993
Después de ver el telediario (cualquiera de ellos), y de tragarte esa ristra de noticias socioeconómicas que te ponen la carne de gallina, ¿a dónde acudir?. Uno espera que algo o alguien nos regale un poco de esperanza. Y de pan con chorizo, si se tercia. Pero ya se secó el arbolito del informativo y no hubo nada. Sólo nos queda el hombre (o la chica) del tiempo. Los hombres del tiempo son una miaja cabezones, sobre todo el canario. Parece que llevaran la Tierra sobre los hombros. Las chicas, en cambio, dan monísimas. Bailan las isobaras en sus caderas. Y lo de menos es lo que dicen. Importa si, el cómo lo dicen.
¿Qué podrá traerte la información meteorológica? De poco sirve conocer la temperatura de Oslo. Ni siquiera la de Roma nos importa un pimiento. Más mira que, sin aviso previo, la que dicen piel de toro se llena de confetis amarillos. Y nos aseguran que mañana tendremos sol a punta pala. En la Península, en las Baleares y también en las Canarias. Al cabo de los siglos y de los milenios, tras la venida de cuán diversas y orgullosas civilizaciones, ¿que nos queda sino el sol? ¡Que buen muchacho es el sol! Almohada de viejos que dormitan en los jardines… ¡Coñe: el sol! ¿Para qué decir más?
Construyen los hombres cuatro malas calles, y sólo por eso te cobran rodaje. El sol sale para todos y lo dan gratis. Pero, tal como se están poniendo la cosa, sólo de momento.