García Martínez- 20 noviembre 1993
¡Ah! Con qué malévola fruición se han lanzado los comentaristas, cuchillo en mano, sobre la noticia de que la patá en la puerta no es democrática. Los más le piden a Corcuera que cumpla la promesa que hizo de marcharse a casa si el TC le tiraba para atrás su invento. No caeré yo en eso. Sencillamente, porque estoy convencido de que a usted y a mí nos da lo mismo. Como si quiere seguir ahí de por vida. Mire usted: pesambres, ni por la novia.
Lo que me parece muy curioso es que la oposición se haya puesto del lado de Corcuera, en lo que a su dimisión toca. Nada, que no quieren que se largue. Y, además, las culpas de esta metedura de pata con el artículo de la patá las derivan hacia Felipe González. ¿ Por qué será eso, si cada dos por tres, antes de ahora se han estado metiendo con el Ministro? En casos así, que políticamente están tan claros, las razones de esos comportamientos tienen que ser domésticas.
Muy probablemente, los políticos -tanto en el poder como en la oposición- desean mantener en su cargo a Corcuera solo con la ideica de que dimitir no se convierta en costumbre. Cuesta demasiado trabajo poner el culo en un buen sillón. Y no es justo que, a la primera equivocación, tengas que irte a freír espárragos. Es mucho lo que se pierde. Amistades, influencias, dinero, vanidad. Uno –que va para viejo- bien lo entiende.
El miedo de otros miedosos guarda la viña de Corcuera.