García Martinez
LA Europa de más arriba (la que cuenta, vaya) ordena y manda –a mí me parece que con buen criterio- que, cuando nos den cine por televisión, sólo haya interrupciones publicitarias cada cuarenta y cinco minutos. Es lo que llaman televisión sin fronteras, y que servidor llamaría televisión sin fastidiar.
Lo de ahora mismo es intolerable. Viendo una película de hora y media, te chupas mínimo otra media de publicidad. Y no sólo (para más inri) la que pagan los anunciantes. La emisora anuncia machaconamente sus propios programas y práctica el autobombo más descarado. Deben de creerse que padecemos el mal de orina, y que necesitamos ir a mear cada diez minutos. Caso contrario, aunque también exagerado, es el del Canal Plus. Como no detienen la proyección en todo el tiempo, algunos espectadores han reventado el saloncito.
La propuesta europea copia del fútbol. Una película de noventa minutos tendría dos tiempos de cuarenta y cinco más un descanso. ¿De un cuarto de hora? Quizás no tanto. Lo imprescindible para cambiarle al agua al canario o estirar una miaja las piernas. Consideren la Telecinco y Antena 3 -¡oh, privadas!- que quienes caminamos hacia la senectud tenemos la memoria muy delicada. Sobre todo para los sucesos más recientes. Con tantos cortes publicitarios, se nos olvida el argumento de la película. Y, como dañina consecuencia, se nos hace la picha un lio.