García Martinez
EL hecho de que me parezca que tal ministro es un fresco no significa que lo sea. Yo me baso – igual que Caro Baroja- en las leyes fisiognómicas pero admito que no son infalibles. ¿Qué es la fisiognomía? Expresado en lenguaje sencillo, todo se reduce a eso tan antiguo de que la cara es el espejo del alma. Según esta teoría, a un caratonto se le supone tonto sin más. Hablamos, pues, de meras apariencias.
El señor Pedro Solbes, que es quien lleva ahora la cosa económica, o sea, el vigilante del basurero que abandonó Carlos Solchaga, tiene cara y ademanes de fresco. Lo ves, lo escuchas, y te da impresión de que se la trae floja todo: la agricultura, los agricultores, los obreros, los empresarios, los policías municipales… Que no está dispuesto a tomar pesambres, vaya. Una vez estuvo por aquí y le preguntaron qué cómo se iba a construir la nueva agricultura española. Y vino a responder que allá se las apañara cada cual. Qué ya el mercado haría su selección. Los débiles caerían: los fuertes sobrevivirían. Así de crudo estuvo. Otros frescales se llama José Borrell. Este es de los que te dicen una chorrada que te duele, y encima, se ríen. Entre los calientes, destacó a José Luis Corcuera. Y un mitad y mitad podría ser Javier Solana, el hermano del aquel otro. A los demás, ni los conozco.
Claro que, cuando Franco, los ministros eran barras de hielo. Ahí está don Manuelón, por no ir más lejos.