García Martinez
Tenemos un gobierno en funciones. Lo cual quiere decir que es y no es, está y no está, vive sin vivir en él. Los miembros de un gobierno en funciones tienen un pie dentro y el otro fuera. O sea, se les ve espatarrados. Por eso ahora no se retratan. Aparecerían todos en una posición más bien embarazosa. El estado de ánimo e incluso la mentalidad de un ministro en funciones no pueden ser los mismos que cuando está de fijo. La situación es diferente. En funciones en provisionalidad, no se toman tan a pecho las cosas de su Ministerio. Andan más relajados. Y ese talante es, sin duda, lo mejor para el buen gobierno.
Desde que el gabinete está en funciones todo marcha mejor. La máquina trabaja sin chirriar, como si alguien se ocupara de ponerle grasa cada cinco minutos. Hasta la oposición se muestra más comprensiva, menos histérica, más dispuesta a colaborar. Ahí tenemos el caso de Idígoras, el de HB, que ha ido a visitar al Rey en la Zarzuela. Y no sólo eso, sino que se ha presentado con corbata. No es como la de Carrascal, que tampoco se puede pedir todo el primer día, más para el caso vale.
Tengo entendido que la Constitución nos permite que el Gobierno permaneciera en funciones más de un tiempo relativamente corto. Es una pena. Si todos los políticos estuvieran siempre en funciones, otro gallo cantará. A los españoles me refiero.