García Martinez
DESDE ahora, los veranos de España ya no serán nunca como los de hace unos años. Por entonces, el desarrollismo lo enmascaraba todo. Estábamos rebozados, en harina de progreso y bienestar. En llegando el estilo, el humano -lo mismo que la humana- daba rienda suelta a sus apetitos, a la sensualidad. Juliaagosto significaba aventura. Pero he aquí que, de noche a la mañana, ha llegado el tío Paco con las rebajas. No me refiero a la crisis económica. Eso es algo coyuntural. Flor –o espina- de un día.
Hablo del amor hecho sexo. Aprovechando el destape, se producirán nuevos y circunstanciales apareamientos, si se me permite decirlo así. Aún no vivía entre nosotros el fantasma del SIDA. Hoy, quien más quien menos se lo piensa mucho antes de embarcarse alegremente en dudosas coyundas, como son aquellas que carecen de la denominación de origen. El eslogan podría ser: “Don Condón es garantía, más la gente no se fía´´. Hay miedo a la terrible enfermedad. Y luego tenemos que ni siquiera el sol puede tomar como antiguamente. Aseguran los médicos que exponerse a las radiaciones de once de la mañana a tres de la tarde puede llevarnos al cáncer de piel, que tampoco es manco. Aquella manía, sobre todo femenina, de tostarse a toda costa se toma gravísimo riesgo.
Tendremos, pues que acomodar nuestros ocios estivales a las exigencias de un final de milenio huraño, decadente y desconcertante.