García Martinez
EL Partido Popular pretende, a estas alturas del verano, que Felipe González informe en el Congreso sobre la situación económica. Tal como anda de podrido el tema y entrando como entramos ya en el mes de agosto, eso es como querer cuadrar el círculo o –más difícil aún- pedirle peras al olmo. Todos conocemos al dedillo la situación económica. Basta con echar mamo a la cartera a mediados del mes y comprobar que la tenemos igual de vacía que si hubiésemos llegado a finales. Y eso es todo. Cualquier otra consideración, más pedante y menos breve, será filosofía barata. El fondo del problema radica sencillamente en que no hay un duro.
Pero es que, aun suponiendo que Felipe entrase al trapo de la solicitud popular, sería una temeridad convocar la dicha sesión informativa. Un peligro nacional. El presidente del Gobierno es todavía un hombre joven al que, si las circunstancias se lo permiten, le queda aún mucha cuerda. No es el caso de Guerra, a quien ya lo ven muchos – y más que nadie sus propios compañeros- dando clase de teatro en una escuela-taller. Llevar a Felipe al Congreso (con el calorazo que soportamos estos días) y hacerle hablar del fracaso económico que padecemos equivale a matar al mensajero. Aun cuando, como digo, el Presidente esté todavía fuerte, no se le puede someter –sin peligro de vida- a un martirio semejante.
Lo del Partido Popular no es política, sino mala leche.