Lo que uno quisiera más que nada es no molestar. Comprendo que la situación es delicada y, por lo mismo, procuraré no dañar la sensibilidad de nadie. Aludo a los que hoy terminan sus vacaciones. A los que se ven en la necesidad de regresar a lo cotidiano. A los que se ven en la necesidad de regresar a lo cotidiano. A los que han gastado los ahorrillos o se han endeudado. A los que habrán de soportar de nuevo a sus jefes. A los que tendrán que martirizar a sus subordinados. A los que no les gusta nada, pero nada, su trabajo (y aún así tienen que dar las gracias por tenerlo). A los quemados por el sol. A los que se les quita el moreno en cuatro días. Bienvenidos sean todos ellos.
Tornan, en fin, como tornan. Y ya quisiera el cronista no molestarlos lo más mínimo con sus consideraciones. Pero comprendan que a mí me pagan por escribir todos los días estas chorradas. Y el director me he ordenado: “Hoy toca los que regresan´´. Y uno, aunque viejo, tiene que obedecer. Pero eso si, tratando el tema con pinzas y envolviéndolo entre algodones. Sin herir, ni siquiera levemente, ninguna susceptibilidad. Con todo el cariño y la consideración que ellos se merecen. Fíjese que, después de llevar treinta y un días vacando y holgando a placer, se cumple el fatídico plazo. Otra vez a cargar los bártulos, otra vez a incorporarse a la cruenta batalla del tráfico.
¿Sabéis lo que os digo? ¡Que es chincheis! ¡Que yo he currelado en julio! ¡Hala!.