García Martínez – 28 marzo 1993
Ha dicho Felipe González que tanto IU como el PP abusan de la judicialización de los asuntos públicos. Que acuden demasiadas veces al juzgado, vaya. Lo que no entiendo es cómo el Presidente se extraña de que la oposición haga justamente lo que él viene recomendando. Los gestores de la cosa deberían llevar un registro de todo lo que dicen, y leérselo por las noches, para no incurrir en contradicciones.
Ante casos de corrupción o similar, el PSOE se ha negado a crear comisiones de investigación, El argumento de González fue siempre que quien sospeche de alguien, lleve a ese alguien, junto con las pruebas de las que disponga, a los tribunales. Y eso es lo que se ha hecho. Entonces, no es que haya una excesiva judicialización sino demasiadas corrupciones que, tal como preconizaba el Presidente, han de ser resueltas por la Justicia. Sería bueno que todas esas anomalías -o buena parte de ellas- se sustanciaran en el ámbito de la política. Pero en España nadie se da por aludido, si no es porque una sentencia firme lo deja a uno con el trasero al aire.
En el ejercicio de la política -que debe ser ejemplarizante- no hay que llegar al delito para que una persona abandone su cargo. Basta con que el pueblo pierda la confianza como consecuencia de alguna actuación negligente. El último ministro alemán de Economía se marchó por casi nada.
Aquí, para lo mismo, hace falta ciscarse en casi todo.