García Martínez – 23 abril 1993
Madre, cómo está Eligio! Nunca en la vida lo había visto tan trastornado. Como siga así, pudiera darle un paparajote, Dios no lo quiera. Nada, que se le aparece Barbero por las noches y consigue sacarlo de sus cabales. Pero, ¿qué le hace Barbero, siendo persona modosa y educadísima? Yo no lo sé, la verdad, pero el caso es que el canario está, no ya piándolas -que eso lo viene haciendo desde que llegó al cargo-, sino gritándolas, Quiero decir tonante, como el dios Júpiter en sus mejores tiempos.
Supongo que Barbero será consciente de lo que se le puede venir encima. Eligio es un peso pesado. Y Barbero, nada, escuchimiza toque me lo tienen al pobrecito. A Eligio le ha molestado especialmente que el juez hollara, como lo holló, el así llamado, banco emisor. Se conoce que no se fía mucho, y creyó que Barbero pensaba llevarse algunos fajos de lo de allí. Y truena el fiscal, más o menos: “¡Coñe es que, por la misma regla de tres, cualquier día se nos mete en la Moncloa o en la Zarzuela”¡ ¡Hombre! Tampoco es eso. Del hecho que uno entre en el Banco de España no se infiere necesariamente·, que vaya a hacer lo mismo en los otros dos ya mencionados palacios, y sí lo llama el Rey, pues entrará, “Que venga el mecánico”. Y Barbero llega y va.
A lo mejor Eligio se ha pasado una miaja de rosca.