García Martínez – 29 abril 1993
Vaya un revuelo que se ha montado con el fichaje del juez Garzón para la lista principal del PSOE. Los socialistas se lo han tomado como si, sólo por eso, fuesen ya a ganar las elecciones. Pero es que a la oposición le ocurre tres cuartos de lo mismo. Es comprensible. Garzón, aparte de sus cualidades interiores, resulta que también da la imagen exterior. Es un supermán hispánico -como la cabra famosa, con perdón-, apuesto y quizás demasiado joven para su edad, Y produce envidias, que es lo que más gusto da producir, tanto entre compañeros de la judicatura como entre los propios socialistas que, por decisión del jefe, lo han llamado a sus filas. Porque, como ellos dicen, con estas incorporaciones sorpresa, no corre el escalafón.
En este país somos como somos. Por lo que no sería descabellado suponer que, gracias a Garzón, aumenten considerablemente los votos favorables al PSOE. De ahí el nerviosismo que reina entre la sufrida oposición. Si me prometen guardar el secreto les diré que los del centro-derecha se han movilizado para tratar de compensar el revolcón. Y más aún: que su objetivo es captar… ¿a quién? ¡A ver si lo adivinan! ¡Sí, sí, sí! ¡Al juez Barbero!
Marino Barbero no resiste, en lo físico, la comparación con Garzón. Pero lo de dentro le funciona de maravilla. De forma que al “Garzón, vales un montón”, podría responderse ahora con “Barbero, eres el primero”.