García Martínez – 14 mayo 1993
Tengo yo un marco, de cuando estuve por primera vez en Alemania, que se llama Antonio. Me lo quedé porque descubrí que era una moneda no ya fuerte, sino bestial. Y no me ha defraudado. Este marco Antonio que digo se ha puesto hecho un burro. Ahora, con la nueva devaluación, ya ni cabe por la puerta. Me da mucho gusto ver al marco Antonio adquiriendo kilos y kilos, sin necesidad de hacer nada. Es la cosa más tonta del mundo. Lo tengo aquí encima de la mesa y debajo del pisapeles. Y, de vez en cuando, ¡plaf!, lo que no es más que un papelote de colores vale hoy más de lo que valía ayer.
Esto demuestra que el sistema económico y el sistema monetario son abstracciones sin fundamento. La cosa de los billetes es peor aún que el oro y la plata. Al fin y al cabo, los metales parecen algo. Pesan. Pero estos papelucios, ya me dirá usted. En otro viaje, este a los Estados Unidos, me compré un dólar. Se llama Smith. Y la verdad es que, aunque se mantiene vigoroso, no me ha dado las mismas satisfacciones que el marco Antonio.
Pesetas no colecciono, ¿sabe usted? Es que no tienen pedigrí.
Si a veces la engordan una miaja es a base de artificios, como inyectarle vitaminas y tal. A mí eso no me va.
Dicen que a don Felipe González le ha cogido la devaluación por sorpresa. ¡Válgame Dios! Pues, ¿dónde se mete este hombre por las noches? Lo de Filesa lo conoció por la prensa, y lo de ahora, igual. No sé yo