García Martínez – 14 junio 1993
EL tío Oso la tiene ahora tomada con Schuster. Es lo malo de trabajar para un Tío Oso: sus abrazos son mortales de necesidad. ¿se recordáis de Fabila? ¿y de futre? A pesar de que el portugués era de su propiedad, el muchacho tuvo que apañárselas para salir zumbando. El Tío Oso debe de andar mucho cabreo, porque no le han dejado ser p.residente del gobierno.
(¿Por qué querrá todo el mundo ser presidente del gobierno?). Y un oso cabreado, aunque se trate del Tío Oso-que yo le llamo así en plan afectivo-,puede armar la marimorena.
Yo no acierto a entender porque le cae mal Schuster al Tío Oso. Cuando el rubio sale al campo, ¿Qué hace? Pon-pon-pon, carrera para arriba; pon-pon-pon, carrera para abajo. Y sin dejar de repartir juego a sus compañeros. Esta era Manolo, esta para vizcaíno, esta para Juanito, esta para mamá y esta para el ¡ay, ay,ay! Así, hasta que no queda ya potito y el árbitro decreta-decreta, ¡que bonito!-el final del encuentro. A mi Schuster me parece un cumplidor. Un rubio merecedor de la medalla del trabajo. Quizás lo que le moleste al Tío Oso sea que no pase a el.
A los jefes, les gusta mucho que los subordinados se la pasen. Los que se la pasan al jefe ascienden y cobran primas. Los jefes están para eso: para que se la pasemos, Ellos-muy cucos-no dicen: “¡Pásamela!”. Sino que tiene que salir de ti, ¿estas en lo que te digo, nene?