García Martínez – 21 junio 1993
Lo bueno que tiene la liga de fútbol es que acaba donde empieza el calor. Y otra casualidad excelente, que aparece cuando ataca el frío. Es decir: la Liga coincide con ese periodo del año, que los docentes llaman lectivo. Y los currantes, jodido. El futbol- se ha explicado mil veces -es un medio de evasión. En los estadios no se vomita desde el estomago, sino desde la mente. Evacuamos sobre el verde césped todo aquello que durante la semana nos ha perturbado o estresado. A los pobres arbitros, que son principales destinatarios del vomito, habría que hacerles una estatua.
Nosotros, cuando nacemos, nos lo encontramos todo más o menos hecho. Nos servimos de lo que ya existente, sin pararnos a pensar en los esfuerzos que tuvieron que hacer otros. La Liga viene de largo. Ha sufrido modificaciones y arreglos en el discurrir de los años, hasta configurarse como es hoy. Y finalmente ha resultado ser un instrumento social. La herramienta de la que nos servimos los hombres para no morirnos cada lunes. El funestro lunes se ameniza con los comentarios de los resultados e incidencias del domingo.
La liga acaba ya, ya digo, cuando vienen los calores. Está muy bien pensado.
Es ya tiempo de vacaciones, lo mismo fisica que animica.
La holganza, o la alegría de su proximidad en el tiempo, nos ayudan a llevar los lunes dignamente. Y, lo mismo, las redondas sandias que nos invitan a la siesta. O sea nada que nada.