García Martínez – 27 junio 1993
El cronista suele llevar, por desidia más que nada, los zapatos sucios. Y siempre son los mismos zapatos. Le duran dos años y, a veces un quinquenio.
-¿y qué?
-No, nada. Era por ir haciendo boca ¿sabe usted?
El cronista estuvo en Granada. Tomo asiento en una terraza desde la que se veia, dominadolo todo, la Torre de la vela. Granada es muy especial. Primero me ofrecieron abanicos. Después me toco la guitarra un gitano, que me dijo, mientras ponia la mano:
-Está la vida algo jodiiya ¿verdad maestro?
-No lo sabe usted muy bien
Mas tarde llego el limpia con sus explicaciones. Yo le respondo. “¡Bah, déjalo. No merece la pena”. Y entonces él, en un alarde de elocuencia, se arranco a elogiar mis zapatos. Sentencio que eran guenos, zapatos castellanos de piel mu guena, y que la piel se escosñaria si no se le echaba crema. Comparo la piel del zapato con la de las mujeres, que se ponen toda clase de unguentos, y con muchisima razon. Yo nunca le di importancia a unos zapatos. Nadie, en toda mi vida, me los habia elogiado. Pero este genare hizo que naciera en un sentimiento nuevo: el orgullo de llevar unos zapatos guenos. De modo que le dije: “Vale, limpialos” aparte de una gorda y vieja mora que aparecio luego en una silla de ruedas, eso fue todo.