García Martínez – 30 junio 1993
Es demasié. Un parado de 31 años ofrece uno de sus riñones a cambio de un trabajo estable. Si los politicos- todos los politicos- se parasen a reflexionar siquiera un instante sobre lo anterior, lo normal seria que se produjeran dimisiones en masa. Si me apuran, hasta los ciudadanos tendríamos que dimitir. Los boletines de noticias nos traen las cifras de aumento o la disminucion (casi nunca) del numero de parados. No son sino números, cantinelas que por un oído nos entran y por el otro nos salen.
Pero que te diga alguien da un ojo, o un riñón, o un brazo sólo para poder trabajar, eso si que es explicativo de lo que se esconde en la tragedia del desempleo. Cuentan de que Dios condeno al hombre a que se ganara el pan con dolor. Y ahora nos encontramos- en los finales del segundo milenio- con que, para poder cumplir esa condena, hay que someterse previamente a otra condena aun mayor, como seria la mutilación.
He aquí el desenlace de una historia que comprende 1993 años. La ciencia avanzando, y los sidosos en la via, la ONU charlando, y las guerras en la pantalla del televisor… Mas todo lo que- por pudor o pánico- callábamos.
¡Dios, qué balance! Algún día, cuando la medicina haya prosperado un poco mas, alguien entregara su cerebro por un puesto en una nómina. Y cuando el donante acuda a la fábrica, el patrón lo echara a la calle a patadas… por ser un puto descerebrado.