García Martínez – 25 septiembre 1993
Habíamos terminado de comer, y estaba yo no viendo la tele, tumbadico en el sofá y dormitando. Era un duermevela muy agradable, aún cuando no se me fuera de la cabeza lo de Yeltsin. El caso es que, si bien se mira, ya me explicará usted qué nos importa a nosotros todo este follón de Rusia. Lo que tenga que ser será, lo que sea sonará y poco podemos hacer usted y yo para desviar el curso de los acontecimientos.
Somos tan vanidosos los humanos que sólo .porque vemos el telediario o compramos el periódico, ya nos creemos con derecho a intervenir en todo clave de lo que allí ocurre. Acabo de enterarme por un amigo que ha venido del frío que el mayor enemigo de Yeltsin, el que lo lleva por la calle de la amargura, o sea, RuslánJasvulátov, el chechenosidente del Parlamento, es checheno.
-No me diga usted que el tovarichJasvulátov es checheno…
-Como lo oye. Checheno de toda la vida.
-Pues la verdad es que no lo parece. Incluso frente no me parece mirándolo de frente a mí muy checheno
Es evidente que, si los medios informativos hubiesen desvelado en su momento la chechenidad de este personaje, todo estaría muy claro y se habrían evitado no pocas confusiones.