García Martínez – 28 septiembre 1993
Al recovero nos lo muestran en mil reclamos publicitarios. Es un muchachote que oferta huevos, de acuerdo con su oficio, y que le presenta la mercancía al consumidor de una manera, como si dijéramos, expeditiva. Echándose mano al mostrador, vaya. La gente no sabe qué inventar con tal de darle salida al producto, ahora que ha bajado el consumo y ya no somos consumistas. De ahí que los promotores de la película Los huevos de oro hayan decidido llamar poderosamente la atención del personal.
No sabría decir si, con la imagen tan cutre y grosera del artista con los huevos en la mano, lo que se pretende es que haya escándalo, protestas y enfados, sobre todo entre la gente de orden. Imaginemos que llega el ABC y le dedica una tercera o un editorial. La publicidad de la película alcanzaría estupendas cotas a muy bajo precio. Ya sabe usted que en estos tiempos tan perros, todo gira en torno al márketin. Mientras hay márketin hay esperanza, que dijo el otro.
Vestirse de burro resulta fácil. Más difícil es poetizarlo, como hiciera Juan Ramón. El anuncio que digo -recovero echándose mano al mostrador- no merece mayor comentario. Se trata de una grosería, una falta de educación Un regüeldo en un concierto, un pedo en misa mayor. Es probable que el recovero de Los huevos de oro sea en la realidad un pichafloja. Lo cual ya sería fraude y, por lo mismo, pecado de mayor naturaleza.