García Martínez – 4 octubre 1993
Nada, que no puedo ver jugar a Ronaldo. Y el caso es que me gusta. Pero, cada vez que me lo encuentro en el televisor, corriendo o caminando un poquito deprisa, pues, vaya, que me resulta imposible mirarlo. Me da la risa tonta, no se si que entiende usted.
-¿Y por que se ríe de ese buen hombre?
No, si no me rio de el propiamente. Esa mi risa no ha de tomarse a mal, porque la intención es buena. Pasa que avanza de tal manera- como doblando las piernas y sacando el trasero- que se me aparece el vivo retrato de groucho marx, el bigotudo de los hermanos (el otro día, mientras practicaba el churrasco en Caravaca, mi primo recorrió aquello tan gracioso de Marx;
“¿Cómo voy a ser miembro de una asociación que admite a gente como yo?”)
Todo se reduce a esto: lo que Groucho hacia a propósito- sacar el culo, con perdón, y encoger las piernas- forma parte de la naturaleza de Romario. Pero, claro, lo que se nos puede evitar es que mirando a Romario, te venga a la cabeza groucho. ¿Significa eso que uno se mofa del excelente jugador? No, señor. Significa que se ha producido una curiosa coincidencia, de la que se deriva que, de la noche a la mañana, el mayor de los hermanos Marx ficha por el Barcelona.
¿Y porque otro equipo, si no, iba a fichar, siendo como es el club catalán el que tiene la bolsa mejor aviada?