García Martínez – 9 octubre 1993
Nos quejamos muchas veces de las altas dosis de violencia que nos traen las televisiones. O del enorme volumen de sexo gratuito que nos meten en la salita de estar. Mas no se queda ahí la cosa. Existe una tercera grosería en forma de agresiones al lenguaje. Parece mentira que, siendo la tele el paradigma de lo que las masas mas y mejor consumimos, se descuiden tantos ciertos detalles que tienen que ver con la cultura y el buen gusto.
Es verdad que existen excepciones, lo mismo en las personas (hay profesionales magníficos) que en los programas (ciertos espacios merecen atención y espacio). Pero, en general, el tiesto hace aguas por mil agujeros. En los rótulos que nos ofrece la pantalla vemos cosas de mas, tildes de menos, sintaxis retorcida y barbarismo a punta de pala. Anteanoche, el protagonista de una película americana-doblada, claro-se descolgó con intervalo. Todos los presentadores leen élite en lugar de elite. Le ponen punto de miles de años. Por ejemplo de 1993. Y así casi siempre. Ya no sabe uno que es peor: si el sexo desordenado y la violencia por rutina, o por la deseducacion que provoca entre pequeños y mayores estas batallas que con tanto entusiasmo se libra en contra de la gramática. Como la televisión manda mucho- mas que la madre o el maestro-, a lo ultimo acabaremos todos diciendo becicleta.
-¿Pero es que no es asi?