García Martínez – 17 Febrero 2005
Mire lo que le digo. Uno comprende que hay herencias que matan. Ocurre cuando se te muere el deudo y lo único que te deja, el jodío de él, son trampas. O unos alpargates viejos. En la era de Franco, esto de que le tocaran al heredero unos alpargates viejos se veía natural. Todavía, si no estaban muy echados a perder, hasta podías calzártelos.
Estas cosas las cuentas hora y muchos se piensan que les estás tomando el pelo. Por entonces sólo los ricos heredaban algo sustancioso.
-Por entonces y siempre, ¿no te jode?
Entiéndame el lector. Hoy es otra cosa. Los pobres heredamos el coche o el puesto de papá, si este consiguió colocar al chiquillo en la misma empresa en la que a él le costó tanto entrar. Y hasta puede heredar -digo el pobre- una de esas enciclopedias que distribuyen los periódicos. En el otro tiempo sólo podías aspirar a un par de alpargates. Y eso si no había más de un hermano. En el caso de dos, pues nada: un alpargate para cada uno. ¿Pero y se si trataba de tres? Por eso, la policía armada tenía que encargarse de salir a la calle en caballo y reprimir la disputa.
En la postguerra -tan larga-, nadie se quejaba, salvo algún degenerado, de la herencia recibida. ¿Se ha muerto el deudo? Pues el Señor lo acoja en su seno y nada de críticas, por favor.
Hoy en día, los políticos de todos los partidos no hacen sino quejarse de la herencia recibida. Que se equivocan haciendo el Metro de Barcelona por enchufar hacia las casas, herencia recibida. Hasta el Porcioles aquel de antaño sale a relucir. Que arde un rascacielos en Madrid, herencia recibida. Aquí ni dios está dispuesto a reconocer un fallo propio. Los tontos son siempre aquellos que gobernaron antes.
Y, claro, el ciudadano, que no se chupa el dedo, pues se cansa de tanta chiquillada. ¿Cómo pueden unos tíos que cobran de la política echarle siempre el mochuelo al muerto?
-¿Qué muerto?
Quiero decir al que falleció políticamente en las elecciones anteriores y permanece en hibernación, a la espera de que cambie la racha.
En el fondo, a los paganos no nos importa tanto si falló este o el otro, como que no vuelvan a fallar. Pero todos se esconden tras la herencia recibida