García Martínez – 5 marzo 2005

Nada, no aprenden estos chicos. Y mira que llevamos ya tiempo viniendo al taller. La democracia se instauró precisamente para que los políticos pudieran ejercer a gusto la política. El sistema ofrece todas las posibilidades para que los asunto discurran por unos cauces de racionalidad y eficacia. Pero, por lo visto, algunos no acaban de entenderlo.
El encierro de los concejales del PSOE en el ayuntamiento de Murcia es una patochada. No les pagamos a estos señores para que usen unos métodos que se salen del correcto discurrir democrático. Las instituciones están para que no haya que encerrarse.

Los encerrados usurpan un derecho que es más propio del ciudadano de a pie, que no encuentra la manera de hacerse oír. El político no está para repicar y, al mismo tiempo, ir en la procesión. Para ese viaje no nos hacían falta las alforjas de las elecciones. Si, dentro de la propia institución municipal, el concejal no ve otra manera de cumplir con su papel que encerrarse -o sacar pancartas (otra estupidez) en los plenos-, lo que debe hacer es dimitir. Y dejar paso a otro que lo haga mejor.
Ignoro si los del PP tienen o no razón en este tema concreto de informar debidamente a la oposición. Pero lo que no puede hacer esta es coger el cesto de las chufas. Puestos a salirse de madre, si, como parece, no les permiten hacer fotocopias, pues se echa mano de una maquinita de fotos y se sacan todas la que sean necesarias.

Pero es que tampoco es eso. El político ha de emplear recursos políticos. Y todo lo demás es pura anécdota. Para encerrarse no se requiere ninguna formación. Ni hace falta que el concejal sea una persona inteligente. Ni hábil. Encerrarse es lo fácil y -aunque parezca que no- lo cómodo.
Un concejal encerrado es todo lo contario de un concejal que hace lo que el pueblo le tiene dicho. Hay mil maneras de denunciar lo denunciable. Y no hace falta recurrir a métodos ya superados. Digo de cuando la predemocracia. Ahora ya no se trata de que legalicen al PCE, ni de que salgan a la calle los presos políticos. Son otros tiempos.

Todo lo que se ha edificado desde que se murió Franco no pueden tirarlo por la borda un puñado de ediles con poca cabeza.