García Martínez – 9 marzo 2005
No se me interprete mal, ¿eh? Que aquí, en cuanto que te dislapizas una miaja, se desbordan los comentarios maliciosos. Ni que decir tiene que, cuando sugiero que la ministra Narbona ama al presidente Valcárcel, me estoy refiriendo a una relación política, que no amorosa. Aclarándolo, prescindo de molestar a las feministas, que no son partidarias de estas que algunos llaman boutades. Aparte de que ayer mismo se celebró el Día de la Mujer Trabajadora.
-¿Y eso qué tiene que ver?
¿Ah! No sé. Era por decir algo. (Los machistas intentan conseguir que se instaure el Día del Hombre Trabajador. La vida es algo tremendo).
Pues lo que cuento de Narbona y Valcárcel es porque ella misma se ha gozado en el hecho venturoso de que sus relaciones con el Presidente murciano sean ahora tan estupendas. Como si se conocieran desde pequeñitos. Hasta ha puesto a Valcárcel como como espejo en el que debería mirarse el valenciano Camps, quien por lo visto se muestra reacio a establecer contactos armoniosos con la Ministra.
¿Y qué dice el pueblo acerca de la actitud de Valcárcel con la señora? Uno intuye que al pueblo le parece bien. Dícese que la política es el arte de lo posible. Y ese pueblo del que hablamos -o sea, nosotros- siempre ve con gusto que se adopten actitudes conducentes a obtener resultados, creo que me explico.
Hoy por hoy -teniendo en cuenta que quien manda manda-, empecinarse en que no hay más dios que el Ebro no reporta beneficios. Antes bien cabreos y frustraciones. Las cosas son como son, por lo que cerrar los ojos a la realidad sería de irresponsables. Está claro que si algo no hará un Gobierno socialista es traernos agua del Ebro. Insistir en eso ahora mismo son ganas de perder el tiempo. Y más cosas.
De momento, la autoridad socialistas ya ha dado el visto bueno a tres campos de golf. Esto era algo impensable hace sólo unas semanas. Uno cree que lo que tiene que ser acaba siendo. Si el futuro de la Región está en hacer casas para extranjeros y ponerles un prado para que jueguen con el palito y las bolas, eso no podrá pararlo nadie.
Lo cual no quita para que se siga manteniendo la reivindicación del Ebro. Pero, eso sí, dentro de un orden.