García Martínez – 10 marzo 2005
Por lo que sabemos, el Príncipe Felipe se manifiesta en los actos públicos leyendo lo que le ponen delante. Con esto no descubro nada. Aparte de que hoy me quiero referir a otra mecánica, como es su manera de leer.
Hace unos días le escuché las palabras que pronunció en la inauguración de la Cumbre Internacional de Madrid. Pues, mire usted, me topé con una muy agradable novedad, como es la de que el Príncipe se expresa mejor que antes. Mucho mejor. Esto es algo notorio a poco que uno se fije.
Felipe ha perdido una cierta tiesura oficialista que, hasta la fecha, le quitaba garra y gracia al discurso. Ya, ya sé que los parlamentos no están redactados por García Márquez. Pero, aun no siendo lo que se dice piezas literarias, mejoran o empeoran según cómo se lean. Esta vez, el Príncipe estuvo muy suelto, respetando las pausas, dando más fuerza -o menos- a algunos pasajes. Le otorgaba viveza a lo escrito y eso hacía que el mensaje le entrase a uno más fácilmente.
-¿Hombre! Lo que importa de los discursos es que no tengas que tomar almax de ese que llaman.
Comoquiera que esto que digo sucede poco tiempo después de casarse con una profesional de la locución, me atrevo a creer que algo tiene que ver Leticia en este venturoso cambio.
Mi suposición no se basa en humo. Y ello porque, fuera de la intimidad del matrimonio, la esposa puede transmitirle al esposo, hasta donde eso es posible, sus facultades y también sus conocimientos. Leer mejor es algo que se aprende a partir de una cierta base. De la misma manera que un actor de raza puede mejorar su forma de interpretar el texto.
Fíjese el lector la próxima vez que hable Don Felipe en público. Y hágalo con sentido crítico, no vaya a ser que se me haya ido a mí la perola, y el oído me haga, como a veces la vista, carretones. Puestos a reseñar alguna falta, diría que Don Felipe cae en la trampa de lo que se lleva entre nuestros políticos: hacer esdrújulas palabras que no lo son. En lo cual tiene el récord Zapatero.
Pero, bueno, esto es fácil de arreglar. Sólo hay que dejar de poner el énfasis tan a la izquierda de la palabra, para colocarlo un poco más a la derecha -con perdón-, en la vocal que corresponda.