García Martínez – 16 marzo 2005
Ahora se me echará el lector encima -tal como tiene por costumbre- para reprocharme que use palabras extranjeras, habiéndolas como las hay españolas. Y yo le respondo -tal como tengo también por costumbre- que, de perdidos, al río. Sobre todo después de ver cómo hemos aceptado sin rechistar los términos resort y spa, referidos a hoteles ubicados en una urbanización y que, además, son balneario.
Dicho lo cual aclaro que a tutti contenti le otorga hoy el cronista una connotación. ¿Cuál es esa connotación? Pues la de que se trata de un todos contentos expresado con cierta irónica exaltación. Esta es la mecánica que nos ocupa.
Tras el acuerdo al que han llegado la ministra Narbona y el presidente de Castilla-La Mancha en lo que se refiere al trasvase Tajo-Segura, nos encontramos con que tanto Barreda como Valcárcel están satisfechos. Y como la amenaza de que se cargaran -bien que a lo tonto a lo tonto- lo que para Murcia es vital empezaba ya a ser muy preocupante, el frenazo de ahora a la pretensión manchega ha de contentarnos sin duda. Al dicho Barrera le han dado el oro (dos mil millones de euros) y a Valcárcel el moro de que no se tocará el Trasvase durante la actual legislatura.
-¿Y después?
Eso ya se verá. Por si las moscas, se ha constituido en Murcia una Plataforma Social, que estará vigilando.
Veo comprensible que, tal como está el parque desde que llegaron los socialistas, Valcárcel se goce en el acuerdo Narbona-Barreda. Tras los cabreos y rifirrafes que hubo con la muerte del Ebro para Murcia, la relaciones entre el Gobierno de la Región y el de la Corte se van encarrilando por la vía del posibilismo, del menos da una piedra y del más vale pájaro en mano que ciento volando. No podía ser de otra manera, pues, como dijo el otro, las circunstancias mandan.
Desde Madrid, el Gobierno va dando una de cal y otra de arena, procurando contentar a unos y a otros, mediante una política de compensaciones. Tú me das una cosa a mí, yo te doy una cosa a ti, que reza la canción.
Todo lo cual significa -para los políticos regionales- que habrá que estar muy al loro y trabajando hasta la extenuación las veinticuatro horas del día.
Y no hay más cera que la que arde.